La muerte de uno, su muerte es suya de ninguno más
El fin, la muerte, de todo que hablamos en el micrófono del social control, hablamos en la piel de los bjos en la visión de un fin que no se corre al entendimiento si no cómo lo que se hizo o se determinó cerrando luces, pero lo que está en la visión no es complementario a una vida, el fin no se establece a medio camino.
Es el punto ciego de una geometría que pierde su configuración en el movimiento. No se mueve más. Es lo que no fluye más, no causa efecto, perdido el sentido de vida. El muerto no más reata con una configuración de presencia móvil, puede ser movido, cambiarse de su posición de cuerpo en deterioración, cosa inmediata, es la descamación, el fin de la integridad de uno.
Pequeñas partes que pierden su razón de ser complejo, pero en una otra complejidad, de disolución del entero. Se actúa el fin en sí mismo, moverse en desplazarse a quedarse en una lógica de finalidad. Al venir de uno comenzar hasta finalizar el comenzado, en un seguir adelante en la transformación del orgánico vivo a un no vivo inorgánico. Un eterno retorno en todo que se departe entre el vivir y morir.
El influjo que se posee y que se pierde, a quien ve adelante sin irse, el partir como compartir. A decir que la vida es entregarse al proceso de ser que es solo la convicción de que en el final se mantiene las finalidades, en cada una ellas son la misma, una secuencia que no para. Hasta el átomo, hasta el etéreo. Vivir es un morir que muere al vivir. He vivido en todas las muertes, planeado cada fin, dejado suelto y sin brisas los vientos que llevan la voluntad, la racionalidad al entero de uno proceso que sigue procesando.
El vivo lo sabe. Si uno muere es porque le pertenece la muerte, su muerte, su fin. Tiene para sí el no más existente lo que no tiene. Su muerte es su fin, y su comienzo. Puedes preguntar a quiénes tiene su propia muerte, a un entereza desperdiciada, tirada al tiempo que lo hace siempre otro, un muerto en vida, la vida del muerto, del muerto su muerte, no su final, pero su finalidad de no ser, no más aquello otro de ayer, más este que él se hizo designado, hecho de un sí mismo no más presente y en su presencia a perderse y a ser el completo complejo de perteneciente memorial de no existir.
Su muerte es toda suya. La verdadera cosa que no estancia ni estanca la fluidez de lo que siempre fuera de antes, anticipado en la vida, de no ser siendo, de ser recuerdo o sentido, de jamás tenerse pulsado, enterado, sino en constancia, en partes, trozos de integridad. Lo que dura, lo que se mantiene es lo que sigue adelante, haya entonces significado de ser lo que fuera no siendo desde ahora, en la muerte de tenerse uno que dejó de ser para volver a ser quienes tiene sin tener su muerte.
Morir, por lo tanto, rasgos del vivir piedra, mineral, óxidos de toda vida, atomizado en sí mismo, contenido que no se contiene, la muerte es un fin sin fin, y es lo que posee, lo que tiene, lo que no más puede sostener, pero es el inicio del vivido en un final claro, de una muerte única, suya. Es tuya su muerte por más que digan que se murió uno, lo que muere es el designado, es quien ingresó desde la asignatura del vivir hallando la muerte que le pertenece.
Lo que realmente puede ser no siendo, tener no teniendo, pero que le inventa, lo hace dueño no de sí, sino de la muerte. Es lo que podremos tener desde ahora, el vivo en la muerte y la muerte en consecuencia, que le da significado, sin que pueda dar sentido, al que corre del tiempo, a correr sin manos lo que se pierde con lo que se gana, la adjetivación del vivido, de una vida, hecha al continuo del perdido y encontrado, al que sigue en proceso de desmaterializar la materialidad en flujo, de ser al mismo tiempo la muerte y tener de todo vivo lo que más le pertenece y lo dice que eres, el muerto con su muerte, una muerte integral, mesmo que la tengas durante todo el período del vivido, de la experiencia viva, en los cambios muerte en vida, lo que lo hace uno al sí mismo no es el fin, es suya muerte.
Qué voy a hacer con la muerte tiene respuesta sin pregunta, un cuestionario del dato real de no más vivir. Si puedo hacer cualquiera cosa, prefiero no hacer, dejar el muerto en su muerte ni que sea la muerte entre los dos tiempos del latir del corazón, la diástole o el paso sin pasado, sin pasar, dejar de hacer que es la manera más correcta del hacer sin definirlo en un acto, vivir por lo tanto la muerte. Respirar el aire de no tener aire, de ni ahogar con el manto silencioso de las ausencias, de todo perdido en al alumbre de un vivir sin vivir.
El fin es el comienzo, el todo en alteración, en transmutación. La vida como la conocemos es solo el instante en este despliegue, sin completud, sin que pueda volver. Nada es perdido y encontrado, solo ve la covalencia de las formas en torbellino, la espiral de los medios, las consecuencias imposibles. Si he perdido, encuentro al perderme, otra vez más hasta el inicio del fin. La vida es este cambio sin procedencia y sin camino a seguir. En este movimiento solo el sentimiento, las emociones son fuerzas que hacen el infinito, las más profundas arcas del entendimiento, arriba de las abstracciones que se derriban de un espacio indefinido, de significados transformados en sentidos. Sin comienzo es el fin que se lo hace temprano de una vieja duración.
Beso a su muerte sin permiso, sin olvidar lo que desees del fin, sin entenderse que no hay fin. Ahora que es poco del instante, ahora mismo que se fue lo que no más volverá, en el cruce del sentido, donde ahí duerme el significado, cuando las hojas de las formas bailan en un espacio no dicho, no conocido, y parten al permanecer en el indiviso, en el estado integral del ahora que no más puede ser.
Beso a quien no eres, al que no puede ser, pero siendo rubias flores de un patio inexistente.
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